Este artículo presenta los fundamentos termodinámicos que sostienen la espontaneidad de la muerte en los seres humanos. No nos hemos de referir a otras especies debido a la carencia de información empírica relevante. Con base en la ecuación deducida por Albert Einstein en 1905, se realizó un cálculo de la equivalencia energética del alma humana, sobre el que es posible afirmar que la muerte es un evento termodinámicamente favorecido, y por ende, espontáneo.
Definición de Energía en el Sistema Internacional de Unidades
En 1905, Albert Einstein dedujo la equivalencia masa-energía en la forma de la famosa ecuación:
E=mc²
En el Sistema Internacional de unidades (SI), la magnitud de una determinada energía se mide en Joule [J]. Sin embargo, en la ecuación de Einstein no resulta tan evidente, de manera que deduciremos la unidad de medida de energía utilizada, como paso previo al desarrollo de los conceptos que nos interesan. Para diferenciar la operatoria de magnitudes de la operatoria de unidades de medida, estas últimas se nomenclarán entre paréntesis rectos.
Considerando la ecuación de Einstein, ya conocida, es fácil ver que la energía E se obtiene como un producto de una masa m y el cuadrado de una determinada velocidad c, que corresponde a la velocidad de la luz en el vacío. En el SI, la masa m se mide en kilogramos [kg], mientras que la velocidad de un cuerpo cualquiera se mide como una razón entre la distancia recorrida por éste, en metros [m], y el tiempo que demora en recorrer dicha distancia, en segundos [s]; es decir, la velocidad se mide en [m/s]. Al operar algebraicamente la ecuación de Einstein con las unidades descritas, vemos que:
Lo anterior es equivalente a:
Matemáticamente, la expresión antecedente puede reescribirse como:
En el SI, la unidad de fuerza es el Newton, [N], que equivale a [kg·m/s²]. De este modo, podemos decir que:
Se ha definido el Joule [J] como la unidad estándar de trabajo. Conceptualmente, la energía de un cuerpo se define como la capacidad de éste para realizar un cierto trabajo W. En términos matemáticos, el trabajo W se expresa como el producto de una cierta fuerza F por la distancia dx sobre la que dicha fuerza es ejercida. La operatoria algebraica de las unidades de fuerza y distancia, a partir de la relación W=F·dx, equivale a W=[N][m]. Entonces, deducimos que:
Dado que el trabajo W es análogo a la energía E, la unidad de energía que utilizaremos es el Joule.
Experiencias ampliamente descritas han confirmado empíricamente que, en el preciso momento de la expiración, el cuerpo humano pierde una masa equivalente a 21,00 gramos. Este fenómeno permanece sin ser explicado por métodos científicos. Sin embargo, una aproximación holística sugiere, sobre la base de un conocimiento filosófico, que esta masa perdida por el cuerpo corresponde exactamente al peso del alma humana.
Se considera que el alma es el principio de animación del ser humano, y de todo cuanto posee vida. Por ende, es el principio que distingue de manera radical, taxativa y perentoria el mundo de lo vivo del mundo de lo esencialmente inerte. En el momento de la muerte, un cuerpo vivo pierde este principio de animación, convirtiéndose de este modo en un objeto íntegramente susceptible a las leyes físicas y químicas que explican los procesos de descomposición que suceden a tal evento.
Utilizando la ecuación de Einstein, y asumiendo como verdadera la hipótesis del peso del alma, es posible deducir cuantitativamente que ésta incorpora en sí misma un cierto principio energético de gran magnitud. Sabiendo que E=mc², consideramos la siguiente información:
- m = 21,00 [g] = 0,021[kg]
- c = 2,99×10^(8) [m/s]
Al reemplazar los valores de m y c en la ecuación de Einstein, obtenemos E = 1,88×10^(15) [J], es decir, el número 188 seguido de trece ceros: E = 1.880.000.000.000.000 [J]. En palabras, la cifra anterior es mil ochocientos ochenta billones de unidades energéticas (Joule).
Termodinámica de la muerte
El análisis de un fenómeno termodinámico requiere de la teoría de sistemas para definir algunos parámetros. De este modo, un sistema es una parte del Universo que representa, a nuestros ojos, un interés particular y especial. Por oposición, los alrededores del sistema corresponden a la parte del universo que no está contenida en el sistema.
Por otro lado, un proceso se dice espontáneo si su ocurrencia se ve energéticamente favorecida por una disminución de cierta magnitud termodinámica, la energía libre. Esta energía es distinta de lo que se denomina comúnmente como energía interna del sistema, la que corresponde a otra magnitud termodinámica de interés. Normalmente, las reacciones físicas, químicas, bioquímicas, etc., utilizan como patrón de espontaneidad los valores de energía libre, dado que ésta es una medida más directa del trabajo efectivo que puede ser realizado a través de dichas reacciones. Por ende, no carece de sentido asociar la energía interna de un sistema a aquella propiedad que lo mantiene íntegro.
Convendremos que una disminución de la energía libre, en general, implica una pérdida de energía por parte del sistema, el que cede esta energía a los alrededores toda vez que ella no se utilice para efectuar un trabajo. En nuestro caso específico, es necesario hacer una equivalencia entre la energía libre del proceso de fallecimiento y la energía interna del alma. Si consideramos que la muerte es un proceso termodinámicamente irreversible (es decir, que ocurre en un solo paso, en ausencia de equilibrio, y cuyas condiciones finales son estables), el sistema, que para el caso es el cuerpo humano, posee un exceso de energía interna que lo desestabiliza, ordenándolo constantemente e impidiendo que la materia que lo compone alcance su estado de mínima energía en el menor tiempo posible. Esta oposición organizadora se manifiesta, en términos bioquímicos, en la dinámica de incorporación de energía al sistema, mientras se encuentra vivo. Sin embargo, es sabido que los mecanismos celulares, que generan un orden superior a partir de elementos menos ordenados, utilizan intermediarios que desgastan la maquinaria bioquímica al punto de iniciar un proceso acelerado de desorganización que se manifiesta finalmente en la muerte, una vez que el sistema pierde más energía de la que puede incorporar.
La muerte, entonces, sobreviene en el momento en que el sistema sufre un colapso energético, que se expresa termodinámicamente en un proceso irreversible, infinitamente rápido, en el que la energía libre liberada a los alrededores es equivalente al valor de la energía interna del principio especial de animación de la materia viva, es decir, el alma. Para que este proceso sea termodinámicamente válido, debe ser adiabático, es decir, no debe haber transferencia de calor desde el sistema a los alrededores, lo que se comprueba experimentalmente. Esto no implica, empero, que luego de producido el deceso la temperatura del cadáver no pueda descender, fenómeno que también se observa en la realidad; esto ocurre debido a fenómenos químicos en los que progresivamente se alcanza un equilibrio dinámico (es decir, un estado de mínima energía) en los componentes físicos del sistema, pero que ya no son dependientes de la energía interna del principio de animación de la materia viva, sino exclusivamente de las leyes físico-químicas que gobiernan los fenómenos asociados a cuerpos inertes.
Conclusiones
De la exposición antecedente, se concluye que la ecuación de Einstein de equivalencia masa-energía es un modelo adecuado para interpretar termodinámicamente la muerte de un ser humano como un proceso espontáneo, es decir, energéticamente favorecido. El valor de la energía liberada por la muerte, es decir, la pérdida del alma de un individuo humano, calculado con valores determinados experimentalmente, se aproxima a 1,88×10^15 Joule; se deduce fácilmente la magnitud de la espontaneidad del fenómeno descrito. La muerte es, además, un proceso adiabático e irreversible; sin embargo, la disminución de la temperatura observada en un cadáver corresponde a un fenómeno de equilibrio químico que se alcanza progresivamente, con posterioridad a la muerte del sujeto, de modo que es un proceso independiente de la energía interna del principio de animación de la materia viva y que se rige exclusivamente por leyes físico-químicas.